miércoles, 27 de junio de 2012

El principio del viaje


"Es curioso no lo había planeado así, pero hoy hace justo un año de mi última entrada.
La última entrada trataba sobre el relato del Carcelero, así que seguiremos con su historia.
Espero que os guste.

-El carcelero"


LA PUERTA NEGRA

Se levanto somnoliento.

Miró hacia la ventana y al pasillo que había detrás y suspiró profundamente.

Volvió su cabeza hacia la puerta cerrada y se dirigió hacia ella. La abrió lentamente y se internó en los oscuros pasillos de la fortaleza buscando la entrada de la habitación del trono.
Recorría las celdas mostrando indiferencia hacia los gritos de auxilio y desesperación que salían de ellas.
Al doblar un recodo se encontró con una puerta.
Bien, pensó.
A ver lo que me depara este maldito lugar. La abrió esperando encontrarse con su amo sentado en el trono pero otra vez la fortaleza o la voluntad del niño le habían vuelto a sorprender. La puerta daba a una enorme sala. A diferencia del resto de la cambiante fortaleza  que estaba construida con unos ladrillos de color negro o gris apagado la sala los tenia de un color verde malsano y estaban en muy malas condiciones. Al fondo de la sala que debía medir unos sesenta metros, alumbradas por unas enormes hogueras hechas en el suelo, las cuales no despedían humo, había una colosal puerta de unos seis metros de alto por cuatro de ancho y guardándola una docena de guardias de armadura negra.

Como siempre una voz le sobresalto por detrás.

-Has llegado justo a tiempo.

El carcelero se dio la vuelta y vio al niño sonriéndole. Dudó un momento aunque luego se atrevió a preguntar.

-¿Para qué?

-Ya lo veras… Ya lo veras. Ahora entremos.

Se dirigieron con paso lento a la puerta. Mientras andaban, el carcelero se dio cuenta de que entre las sombras se movían figuras y en algunas se reflejaban el fuego de las hogueras. Más guardias.
Al llegar a las hogueras se dio cuenta de que eran alimentadas con despojos humanos. Torsos, brazos, piernas y cabezas ardían de una manera sobrenatural alumbrando la colosal puerta. Era totalmente negra, pese a que el oxido la cubría parcialmente. No tenía ningún adorno..
Los guardias se apartaron dejándolos pasar. Todos tenían marcas de haber pasado por las expertas manos del niño.

-¿Te gustaría hacer un viaje?

El carcelero miró al niño con temor.

-¿A dónde mi señor?

El niño le respondió con un tono irritado.

-Al infinito, a tu mundo, a tu alma… o a otro pasillo oscuro. ¿Qué más da? La cuestión que de verdad importa es ¿Te gustaría hacer un viaje?

La respuesta le había cogido por sorpresa, pese a ello no le había respondido nada. Típico por otra parte de la forma de ser del niño. ¿Lo que habría detrás de la puerta sería peor que lo que ya conocía? No lo creía… o si. El niño ya le había hecho buscar un sustituto por lo que si no emprendía el viaje su futuro era incierto. Lo mismo que si atravesaba la puerta. ¿Futuro? En ese lugar no existía el futuro. No existía la vida solo le rodeaba la muerte, la desesperación, el odio, la tortura, la agonía…

-Sí. Consiguió decir apenas susurrando.

El niño le cogió de la mano suavemente.

-¡Abrid las puertas!

Los guardias se movieron hacia una enorme rueda metálica que había cerca de la puerta en el suelo. El carcelero se sorprendió al no haber visto aquella enorme rueda antes. Ocho de los guardias agarraron la enorme rueda y la giraron lentamente.
La puerta retumbó. Se estremeció. Cayó polvo de las juntas y con un chirrido infernal se puso en movimiento. Se abrió lentamente, hasta que sus dos hojas tocaron la pared.
El carcelero que había cerrado los ojos ante el temor de la visión de algo nuevo, los abrió de golpe con el retumbar de las puertas al chocar contra la pared.
Ante él se abría el lugar más extraño que había visto en su vida y muerte.
Las puertas daban a una caverna que se perdía en la oscuridad, ya que solo la alumbraban las hogueras de la entrada en el reino del niño. Pese a esa poca luz podía ver las paredes y el techo de aquel extraño lugar. Parecían hechas de carne y recubiertas de piel humana. Incluso el suelo tenía esa textura.
El niño cruzó las puertas, él lo siguió cogido de la mano. Ahora pisaban la caverna y sus pies se hundían un poco, ya que el suelo estaba blando como la carne.

-¿Qué te parece?

-No se… mi señor… yo…

El niño le soltó de la mano y lo dejó justo en la entrada mientras se volvía hacia su reino.

Y justo al entrar de nuevo se giró sonriente.

-¡Cerrad las puertas!

-Pero mi señor… Aun sintiendo que iba a ser abandonado no se atrevió a avanzar ni siquiera un paso hacia el niño.

-No me defraudes.

Fue lo último que escuchó entre el retumbar de la puerta cerrándose y sus propios pensamientos de temor.
Con un estruendo parecido a un trueno la puerta se cerró y lo dejó solo en la más absoluta oscuridad.

Tanteó la puerta, fría y silenciosa. 
Durante unos momentos no supo que debía hacer. 
Después con un suspiro de resignación se giró y palpando la pared se internó en aquel desconocido lugar.

Y aquí lo dejamos por hoy...

lunes, 27 de junio de 2011

Falsas esperanzas

"Hoy seguimos con la historia del carcelero.
Este capítulo es muy cortito.
Espero que os guste.

-El Carcelero."


LA HABITACIÓN

Se encontraba en una sala de reducidas dimensiones, al abrir una puerta se había topado con ella. Como en aquella fortaleza nada ocurría por casualidad y además en todos sus siglos de servicio era la primera vez que la veía decidió entrar y explorarla mejor.

La sala tenía una forma ovalada y unos tres metros de largo por dos de ancho. Pero lo que más le había llamado la atención eran unos ventanales con los pórticos cerrados que había en la pared. Desde que llevaba al servicio del niño había vivido en la profunda oscuridad de los corredores de la fortaleza tan solo alumbrados por las antorchas. Y después de tanto tiempo a oscuras ver un simple indicio de que en verdad había un mundo tras esa fortaleza le había hecho nacer en él una extraña esperanza de que algún día la terrible pesadilla que era su vida terminara.
 
Se acercó a los ventanales y cuando se disponía a tocar los pórticos que eran de hierro negro decorado con formas obscenas de torturas una voz detrás de él le detuvo.

-¿Nunca habías estado aquí?

El carcelero ni siquiera se dio la vuelta para responder mientras la desesperación volvía a instalarse en su corazón.

-No, mi señor.

-¿Qué crees que encontraras detrás de esas ventanas?

El carcelero se dio la vuelta y miró a su señor. Tenía en la mirada un brillo extraño pero su sonrisa perpetua seguía allí.

-¿Qué encontraré mi señor?

-Ábrelas y lo descubrirás.

-¿Puedo?

-Claro, claro. Y cuando acabes ven a verme.

Se giró y se fue por la puerta, pero antes de que sus pasos se dejaran de oír por el corredor volvió a llegar su voz.

-¿Elegiste ya tu sustituto?

El Carcelero fue hasta la puerta y miró en ambos lados por el corredor. No vio al niño, pese a ello gritó en la dirección en que pensaba que se había marchado.

-Sí, mi señor.

Esperó en la entrada de la habitación mirando hacia la oscuridad del pasillo pero no le llegó ninguna respuesta.
Ahora se encontraba otra vez solo.
Cerró la puerta detrás suyo y se encontró con la oscuridad de la habitación, ya que en esta no había antorchas. Entonces al levantar la mirada hacia las ventanas, la vio.
Uno de los pórticos desgastado por los siglos no encajaba del todo en la ventana y dejaba pasar un mínimo rayo de luz titilante que iba desde la ventana hasta el suelo.

Lloró. Sus lágrimas le resbalaban por su sucia cara. Mientras se acercaba a ese débil rayo de luz no podía dejar de llorar.
Alargó su brazo para que la luz lo tocara. Lentamente hizo que su mano la tocase, la acariciase. Llevado por un arrebato de alegría desatranco los pórticos y con un golpe los abrió.

Dejó de llorar. Y sus brazos que estaban en alto para recibir los cálidos rayos del Sol le cayeron flácidos a los costados.
Ante él había otro pasillo oscuro alumbrado por una antorcha que estaba justo enfrente de la ventana.

Se dejó caer en el suelo y estuvo allí tendido durante horas, días y años. Si alguna vez tuvo esperanzas de salir de aquel horrible lugar, dejó de tenerlas. Si alguna vez tuvo esperanzas de volver a sentir el calor del Sol en su maltrecho cuerpo, dejó de tenerlas. Si alguna tuvo esperanzas de sentir el aire acariciándole el rostro, dejó de tenerlas.

Quiso morir, pero como siempre, no pudo.


Y aquí lo dejamos por hoy...

lunes, 20 de junio de 2011

Un bello paisaje

"La Sombra del Olvido, el Ángel Negro, el Corruptor... tiene miles de nombres. En cada mundo, en cada realidad se le llama de una forma diferente. Pero su misión es siempre las misma. Que traiciones. Que te vuelvas contra tus amigos, tus seres queridos. Que traiciones tus principios. O simplemente que por un capricho cuando tu mente está ofuscada por el dolor o la desesperación cometas los actos mas depravados contra tus semejantes.

Aquí os dejo con el siguiente relato de está criatura. Espero que os guste.

-El Carcelero"


EL CIELO EN LLAMAS

Cuando era niño me divertía jugando a ser soldado. Disparaba mi fusil y lanzaba granadas a unos enemigos imaginarios con unas armas que eran ramas de arboles, bellotas o piedras. Luchaba contra cientos de enemigos o miles, y los mataba uno a uno o por decenas sin que ellos llegaran a herirme.
A veces para dar mas tensión al juego me herían y tenia que seguir combatiendo arrastrando una pierna o solo disparando con un brazo...

Sentí que era zarandeado por una fuerza divina, volé, fui arrastrado varios metros por el suelo y al final me detuve. Durante unos segundos no entendí donde me encontraba.
Mis ojos me enviaban imágenes pero debían de tratarse de una pesadilla. Estaba tumbado boca arriba  y veía un cielo de color rojo sangre. Parecía que estaba en llamas. Giré mi cabeza y vi una pared de fango y tierra semi derruida con lo que parecían ser las piernas de una persona enterradas en ella.
Volví mi cabeza hacia el otro lado y vi un hombre de uniforme tirado al lado mio, le faltaban la mitad del torso y un brazo, sus ojos impregnados de un profundo horror me miraban suplicantes. Aun así, me di cuenta de que estaba muerto. La escena era totalmente irreal porque faltaba el sonido, intente levantarme pero no pude, notaba como la tierra se estremecía de una manera brutal.

Entonces llegó el sonido.

No fue poco a poco, sino que vino de golpe, fue como un puñetazo en la cabeza.

Los gritos. Las explosiones. El sonido de las ametralladoras de fondo. Y al enfocar la vista vi a un hombre agachado al lado mio hablándome.

-No te preocupes –Decia gritando. Te pondrás bien. No te muevas. Ahora llegan los médicos. Su voz estaba temblando, no se si de miedo o pesar. – Sanitarios, sanitarios- Decía al aire. Girando moviendo su cabeza hacia todos lados.

Intenté hablar pero no pude.

Se levanto mientras seguía gritando y algo le impacto en un hombro, vi como su brazo era arrancado de cuajo y él sin un solo lamento rodó por el  suelo de fango.

Desapareció de mi campo visual y no sabia si seguía vivo o muerto. Entonces me sentí un poco culpable al no importarme lo que acababa de ver. Aunque tampoco sabía quién era ese hombre. Él supongo que me conocía, ya que se notaba angustiado por mi situación.

Pero, ¿cómo me encontraba yo?, Él había llamado a los sanitarios, aunque yo no sentía ningún dolor... aunque tampoco sentía mi cuerpo ni podía moverme, solo el cuello y no mucho.

Supongo que todo ese espectáculo infernal me estaba afectando a la cabeza, ya que tampoco me importó. No sentía miedo. No se porqué solo sentía una enorme tristeza.

Entonces intenté apartar de mi mente todos los brutales sonidos que había  a mi alrededor y me concentré en ese cielo tan hermoso. Ese color rojo anaranjado, que le deba una textura como en llamas. Precioso pensé. Un espectáculo digno del hombre. No dejaría de contemplarlo nunca.

Los sonidos desaparecieron tal y como habían venido. El cielo rojo fuego era lo único que veía.
Apareció un punto negro detrás de una nube de color escarlata. Aquello me molestó. Ya que ensuciaba la uniformidad del paisaje. Poco a poco fue creciendo, y me di cuenta de que se acercaba a mi. Cuando se acercó lo suficiente para distinguir que era, mi ojos vieron la silueta de un hombre con alas. Me reí por lo absurdo que me pareció. Aunque ese sonido tampoco me llegó. Las alas se fueron haciendo mas nítidas mientras se acercaba y pude distinguir que eran como las de un cuervo, negras y esplendorosas, aunque la figura seguía igual de borrosa.

Por unos segundos cerré mis cansados ojos, por haberlos tenido tan fijos en aquella locura, y al abrirlos aquel ser estaba justo encima mio.

Me habló. Aunque no recuerdo lo que me dijo.

Sentí un gran cansancio y volví a cerrar los ojos.

Pasé horas, días, años, décadas o siglos con los ojos cerrados, no se, me pareció una eternidad, aunque al abrirlos me encontraba mirando ese cielo rojo fuego pero desde una perspectiva muy distinta.

Me encontraba en la cabina de un avión enorme, podía escuchar el sonido de los motores, notaba la presión que ejercía la velocidad sobre mi cuerpo, no me maravillé de que sabía pilotarlo, aunque debería haberlo hecho.

Solo podía contemplar el cielo. Que maravilloso espectáculo.

Un pitido me indicó que había llegado a mi destino.
Distraidamente, sin apartar los ojos de aquel bello paisaje, apreté el botón que soltaba la carga de muerte que llevaba sobre las trincheras donde se encontraba mi antiguo cuerpo.

No me importó.

Mientras pudiera seguir contemplando ese maravilloso espectáculo de color de fuego, no me importaría nada.