domingo, 8 de agosto de 2010

Después de tanto tiempo

"Entre el trabajo, algunos problemillas y que el ordenador decidió dejar de vivir no he podido volver ha entrar en el blog... hasta ahora.

Sigo sin haber retocado el capítulo uno de Los ojos del Lobo practicamente por los mismos problemas por los que no he podido entrar al blog.
Así que os dejo con otro nuevo relato.

Este relato es uno de los muchos que escribí bajo el título de la Guerra Eterna.
Esta contienda se desarrolla en miles de mundos, universos, dimensiones y realidades diferentes. Lleva desde el principio de los tiempos y aun no se ha declarado un vencedor.

Os dejo en uno de esos mundos en guerra...

-El Carcelero."


El Heraldo

El caballero estaba de pie, poderoso, erguido cual gigante sin ningún temor, con los ojos llenos de odio e ira. Su sangre teñía el suelo de las docenas de heridas que recorrían su cuerpo. Llevaba una armadura totalmente destrozada por los golpes de había recibido, aunque aun podían verse retazos de su antiguo esplendor. En su brazo derecho llevaba su espada, el filo estaba decorado con unas runas que brillaban con breves destellos. En su brazo izquierdo llevaba su escudo, abollado y a punto de partirse.

En frente estaba Él.

Llevaban tanto tiempo allí, uno enfrente del otro que pensé que se habían convertido en estatuas y que todo lo que pasaba a mi alrededor tan solo era una pesadilla.
Sin previo aviso el caballero bramó un terrible grito de guerra y se lanzó contra la criatura.
Sus espadas se entrechocaban incesantemente, cientos de chispas cubrían el aire. Aun hoy escucho sus golpes, los gritos de dolor. El combate pareció durar días, meses, años. Parecía como si el tiempo se hubiera detenido justo allí mismo. Que ellos dos fueran el centro del universo y que todos girábamos en torno a ellos.

El pobre caballero parecía exhausto, mientras que la criatura seguía moviéndose con una elegancia increíble sin demostrar ni una pizca de cansancio. Debido al agotamiento que sentía, el caballero tropezó y cayó con un golpe sordo al suelo.

Entonces, cuando yo pensé que la criatura iba a rematarlo, esta se acerco lentamente a él. Se agachó y le susurro algo al oído, después se levantó y se marchó.

Jamás supe que le dijo. Pero él caballero que hasta ese mismo momento seguía inspirando grandeza y fuerza se encogió como un niño asustado. Se abandonó allí mismo, en el frío suelo de mármol, y antes de que yo llegara arrastrándome hasta él, ya había muerto.
Parecía como si en el último momento le hubieran arrancado todas las fuerzas, todo por lo que había luchado, todo su honor y su vida, todo…

¿De verdad ya hemos perdido? ¿De verdad no vale la pena ofrecer resistencia?
Si en esta larga lucha nunca hemos conseguido nada ¿Para qué seguir luchando? ¿Para qué han servido la muerte de tantos de mis compañeros?
¿Si el único camino es el de Ellos, por qué nos resistimos a seguirlo?
¿Si al final Ellos prevaleceran, por qué no unirnos y dejarnos llevar?
A veces creo que todo es una mentira, que la realidad no existe y que ya he muerto, que esto es el infierno y que los demonios me atormentan con mis peores pesadillas y miedos.
A veces… Aunque solo a veces…

Lentamente me alejé de aquel lugar. Recorrí los pasillos del ruinoso castillo hacia la salida, cientos de soldados muertos decoraban el suelo. Al llegar al portón y salir a la campiña, rompí a llorar. Mirara por donde mirara el suelo estaba alfombrado de cadáveres, el cielo era de un rojo intenso debido a los incendios que devoraban los pueblos y campos de alrededor.
Solo yo estaba vivo. Un solo vivo entre miles de muertos.

Les pedí clemencia, les pedí su perdón… Y ellos me respondieron.

Vi sus ojos fijos en mí, su intensa mirada me quemaba la piel, era como si la atravesaran y me arañaran el alma. No podía moverme y tampoco podía dejar de mirar aquellos ojos. Y detrás de esos ojos, estaba Él.
Su visión era terrorífica, hasta ahora no me había dado cuenta. Como si el hecho de que Él se fijará en mí cambiara mi percepción al contemplarlo.
Se movía suavemente, era como si me estuviera hipnotizando, no podía dejar de mirarlo. Lentamente se iba acercando a mí. Yo aun llevaba mi espada, pero no podía ni siquiera desenvainarla.
¿No tenía fuerzas para hacerlo o no quería hacerlo?

Me habló. Sus palabras eran susurros, pero no entendía lo que me estaba diciendo. Sus labios eran azulados. Su cara, blanca como la nieve, estaba desfigurada, pero desprendía una belleza antinatural.
Se paró justo delante de mí, mientras su boca se acercaba a mi oreja pude percibir el olor a muerte que desprendía su aliento. Mi corazón latía desenfrenado parecía que fuera a salir de mi pecho.
Y para mi sorpresa, al volverme ha hablar le pude entender.
Su voz, jamás podré olvidar ese maravilloso sonido.

Él se separó de mí. Mientras se alejaba, caí al suelo, porque ni siquiera podía sostenerme en pié.
Mi vida se filtraba a través de mi piel, se alejaba y desaparecía en el inmenso vacío que es la muerte.
Y aun en mi último aliento, no pude dejar de pensar que jamás había visto un ser ten bello…
Y la satisfacción de saber que yo era uno de sus elegidos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario