lunes, 13 de junio de 2011

El consuelo de la mentira

"Hoy seguiremos con el relato de La venganza es mi vida. Esta es la última parte.

Espero que os guste.

-El Carcelero"


EL RECUERDO DEL ÁNGEL

Me desperté tiritando en el suelo, entreabrí los ojos sin saber muy bien donde estaba.
Al instante reconocí la habitación. Seguía estando a oscuras y tenía frío, mucho frío. Mi boca estaba empalagada con el sabor a sangre. No podía moverme, no estaba atado, pero no podía.
Ya no llovía. Ya no se escuchaba nada, solo el latido de mi corazón y mi respiración entrecortada.
Intenté de nuevo levantar un brazo pero el esfuerzo fue inútil ya que este no respondió.

¿Cuánto tiempo llevaría en aquella maldita habitación?

Quise gritar pero tan solo salió de mi boca un quedo murmullo.

¿Para eso había despertado? ¿Para no poder hacer nada? ¿Para ser consciente de que iba morir?

Entonces… entonces escuche mi nombre.
Me sobresalte. Ya que quién me llamaba era una mujer. Mi nombre se repetía una y otra vez, cada vez más cerca, más cerca. Conseguí ladear un poco la cabeza y enfocar los ojos en una mancha que se acercaba a mí lentamente. No supe quién era hasta que la tuve a un metro escaso de mí.

Madre… Le conseguí susurrar. Y la habitación se iluminó.

Ella estaba allí, mirándome. Su cara de mujer amargada por las continuar palizas de su marido. Sus ojos, esos ojos tan enternecedores que solo con mirarlos sanaban el alma.
Se agachó y me acarició el rostro con ternura. Pude sentir ese tacto tan suave otra vez.
Con su ayuda conseguí ponerme en pié. Nos miramos a los ojos unos segundos. Entonces me soltó y se alejó de mí.

¡Madre! Grité con todas mis fuerzas.

Pero ella ni tan siquiera se giró. Intente seguirla pero casi no podía moverme.
Y tal y como había venido se fue. Y la oscuridad volvió a inundar la habitación.


EL RECUERDO DE LA VENGANZA

Durante los siguientes seis años estuve buscando a ese bastardo. Durante ese tiempo y en uno de mis viajes por el país te conocí, mi fiel amigo, mi único amigo. Me enseñaste tantas cosas. Aprendí tanto contigo.
Me devolviste a la vida y por unos momentos olvidé mi rabia y mi odio.
Aun no he superado tu muerte. Aun siento tu voz en mis pesadillas. Aun estoy aprendiendo de ti.

Cuando por fin encontré a ese mal nacido se había vuelto a casar. Durante semanas lo estuve siguiendo. El muy cerdo había vuelto a tener hijos. Tres pobres niños que seguro que ya habrían probado sus castigos. El mayor tendría más o menos mi edad, y los otros dos no superarían los quince años.

¡Por fin te he encontrado! ¡Por fin pagaras por todo lo que me has hecho!

Durante los últimos cuatro días antes de  mi venganza casi no pude dormir. A todas horas veía su cara. Cogía con fuerza mi cuchillo y sentía como penetraba en su asquerosa carne, podía sentir su sucia sangre resbalándose por mi mano. Podía ver sus ojos de terror. Esta vez me las pagaría, por todos los infernales años que pase por su culpa.

Recuerdo aquella noche como si la estuviera viviendo.

Conseguí colarme en su casa sin hacer saltar la alarma. Mi corazón iba tan rápido que parecía que se me iba a salir del pecho. En mi estomago, un terrible cosquilleo lo recorría, y mi respiración era tan entrecortada que parecía que iba a despertar a toda la casa. Sentí mucho miedo, pero algo me hacia seguir adelante, algo me decía que todo terminaría esa noche, que si terminaba con él dejaría de sentir ira, rabia, odio, que mi agonía se desvanecería como hace la noche ante un nuevo amanecer.
Poco a poco me fui deslizando hasta su cuarto. Allí lo encontré, abrazado a su pobre mujer mientras dormían. Lentamente me acerque hasta él. Contuve la respiración para que mis jadeos de ansía no me delataran.

Le apuñale en el cuello. Un  gorgoteo salió de su boca mientras se desangraba.

Las piernas me flojearon. Casi me caigo al suelo.
Me sentí tan aliviado. Todos los años perdidos de mi vida, culminaban en esa acción.
Me sentí tan bien, me sentí realizado, mi vida había valido para algo.
Mi venganza estaba completa. Ahora ya era libre. Ahora todo volvería a ser como antes. Volvería a mi casa con madre. Se volvería a despedir de mí para ir al colegio. Volvería a acariciarme con sus enternecedoras manos. Volveríamos a estar juntos y ahora todo sería perfecto porque el monstruo estaba muerto.

Madre… Madre…

El grito de su mujer me asustó.
Tuve que hacerlo.
No tenía otra opción. Despertaría a todo el vecindario. Acabe con ella de dos puñaladas en la cabeza.
Escuche el ruido de unos pasos que se dirigían a la habitación.
No me dio tiempo a pensar. Salté por la ventana que daba a la calle. Y huí.

A veces, aunque solo a veces, en mis sueños escucho los gritos de los niños al encontrarse a sus padres muertos. Pero el monstruo tenía que morir.
Sigo cojo por la caída y la herida me duele al caminar. Pero todos los males que mi cuerpo soportan ahora no tienen comparación con los que mi alma sentía antes.


EL FINAL DEL CAMINO

Mientras la noche caía sobre el cementerio la solitaria figura se levanto con dificultad.
Apoyó una de sus manos en la lápida para poder sostenerse mejor. Su mente aun no podía descansar del todo, aun le quedaba una cosa por hacer. Acerco sus labios a la lápida y le habló en susurros, como si temiera que alguien más pudiera escucharle.

Siempre… Siempre supe que aquel hombre no era mi padre. Pero…
¿Hice bien verdad?
Ya puedo dormir por las noches sin temer despertarme con su rostro pegado al mío.
Ya puedo vivir sin preguntarme cuando aparecerá para acabar con lo que empezó.
Ya no siento odio, ni rabia, ni ira. He vuelto a ser yo.

Esperó unos momentos con su cara pegada a la lápida, pero ninguna respuesta le llegó.
Volvió a enderezarse y contempló por un momento el cementerio a la luz de la luna.

La paz embarga mi alma. Mi venganza se ha cumplido. Mi vida llega a su fin. Nadie habrá que me recuerde, todos los que conocieron mi nombre ya están muertos.
Adiós viejo amigo. Dentro de poco nos volveremos a encontrar y espero que para entonces hayas perdonado mis actos.

Por algún extraño motivo sonrió y se alejó de aquel lugar que tantos recuerdos de pesadilla le traían. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario