domingo, 5 de junio de 2011

Recuerdos...

"Esta historia se basa en una última batalla entre el hombre contra un ejército de temidas criaturas inhumanas. Su General revivirá recuerdos de como se llegó a esa situación mientras sus hombres mueren y matan.

Espero que os guste.

-El Carcelero"


LA ÚLTIMA BATALLA

Hubo un tiempo, ya muy lejano, en el que se podía salir a la calle por las noches en verano a jugar con los amigos. En que podías ir a la Colina del Aventurero a ver las estrellas e imaginarte el mundo que había después de esa pequeña colina. Era un tiempo en que todos reíamos y cantábamos, en que los días duraban más que las noches.
Hubo un tiempo, ya muy lejano, en que yo era un niño…

-Señor, ¿Se encuentra bien?

-Si… Prepara a los hombres, Celric. Esto está a punto de empezar.

Celric recorrió a paso ligero unos treinta soldados hasta llegar al centro del batallón.
Jamás un ejército de hombres había sido tan poderoso. Contaba con más de veinte mil soldados de a pie y cerca de siete mil a caballo. Cientos de maquinas de guerra se agolpaban en lo alto de aquella colina esperando la señal, igual que todos los demás hombres, a que la terrible batalla diera comienzo.

Ante ellos, al pie de la colina se levantaba el temido ejército del Mensajero. Sus guerreros aullaban, gritaban, se golpeaban unos contra otros. Las criaturas estaban dispuestas a arrasar todo cuanto tenían ante ellos y no podían contener su odio e ira.

Hubo un tiempo, ya muy lejano, en el que el padre de mi padre me llevaba a pescar a la orilla del río Funwuer, jamás había cogido unos salmones como se cogían allí. Después nos pasábamos por la cabaña de Otto el herrero y me ponía a escuchar las historias de cuando él y mi abuelo eran trotamundos y recorrieron todos los países conocidos y por conocer.

-¡Arqueros! Rugió una voz.

Más de mil arqueros dieron un paso al frente y tensaron sus arcos esperando la orden de disparar.
En el ejercito de criaturas un inmenso ser se adelanto unos pasos.
Miro con despreció al ejercito humano y con un infernal rugido se lanzó a la carga… y todo su ejército con él. El suelo retumbaba bajo sus pies, miles de gritos, cientos de aullidos, millones de pasos recorriendo el campo de batalla.

Celric miró a su señor. Desde hacía unos días que no era él mismo. Parecía encontrarse en otro lado, incluso ahora cuando el ejército enemigo subía colina arriba no parecía estar allí. Le vio sacudirse la cabeza y alzar la espada al aire. Después su orden llego clara y fuerte.

-¡FUEGO!

Miles de flechas surcaron el aire. Por un momento el tiempo se detuvo al retumbar de los cientos de cañones disparando al unísono.

-Dime Kiran, te apetece que hoy vayamos al bosque a cazar. A mi abuelo le encantaba llevarme a cazar, y a mi ir con él.
¿Cuándo empezó todo esto? ¿Cuándo?... Fue él día en que el extranjero llegó.

Cientos de aquellas criaturas volaron por los aires, decenas de columnas de polvo y trozos de carne recorrieron el campo de batalla cuando las balas dieron en el blanco. Las flechas atravesaron carne y armadura por igual, pero eso no detuvo su avance.
Los sargentos rugían órdenes y los soldados se preparaban para el primer choque contra las criaturas. Y este no se hizo esperar mucho.
Golpearon la primera hilera de hombres, que se extendía en toda la longitud de la colina, y la atravesaron fácilmente llegando en la carga inicial casi hasta la mitad del ejercito humano. Miles de golpes de espada se levantaban en su ruido ensordecedor junto con los gritos de ira, odio y muerte.

El extranjero… Llegó una noche de luna llena.
Iba montado en un enorme caballo negro, de ojos rojos y dientes que parecían colmillos. Llevaba una armadura totalmente negra y un yelmo el cual solo tenía dos finas rendijas para los ojos y estaba coronado con los cuernos de un carnero.
Ni siquiera se detuvo en mi aldea, paso por el centro recorriendo con la mirada cada rincón y casa. A su marcha, y en los días posteriores, las cosechas se secaron, el ganado murió y los niños recién nacidos y los viejos murieron. Entre ellos mi abuelo y Otto.

El comandante del ejército de las criaturas llevaba una enorme hacha de combate que blandía a diestra y siniestra segando vidas. Sus ojos, ni siquiera miraban a los enemigos que mataba, sino, que estaban fijos en un punto. Ese punto era el general del ejército humano. El cual estaba quieto con la mirada perdida ignorando todo cuanto acontecía a su alrededor. Incluso tenía la cara y la armadura salpicada de sangre de sus propios soldados, pero él ni siquiera se había inmutado.

Semanas después llego un emisario del Gran Consejo. El rey Marcus IV el invicto había sido asesinado.
Aunque para mí esas no fueron las peores noticias. Había surgido un enorme ejército de seres inhumanos cerca de nuestras fronteras y ya habían asaltado algunos pueblos y aldeas, por lo que se necesitaba a todo hombre disponible para formar un ejército y combatirlas. Ese mismo día partieron todos los hombres de nuestra aldea, incluidos mi padre y mi hermano.
Yo no puede ir… Era demasiado pequeño y me quede con madre.

El cráneo de la criatura golpeo el suelo con tanta fuerza que se partió en dos. Celric, giró sobre sí mismo y con un movimiento rápido decapito a otra criatura. Su espada estaba totalmente teñida de un icor negruzco y que olía a descomposición, la sangre de las criaturas. Bloqueó con su escudo el arma de otro enemigo y lanzó un tajo por la bajo alcanzándole en las piernas. La criatura cayó al suelo y Celric

Pasaron los días, los meses, hasta que tres años después seguíamos sin saber nada de ningún hombre de nuestra aldea. Solo nos llegaban rumores y noticias de que nuestros ejércitos perdían, nuestras ciudades eran masacradas, aldeas enteras pasadas a cuchillo. Por donde pasaba el ejército invasor, solo quedaba el horror, la desesperación y la muerte.
El extraño que pasó por nuestra aldea no iba con ese ejército, sino que se paseaba por el reino sembrando epidemias y discordia en todas las ciudades que visitaba, la llamaban el Mensajero y su mensaje era el ejercito de criaturas que devastaba todo a su paso.

La inmensa criatura siguió avanzado hacía Kiran hasta que estuve frente a él. Levanto su enorme hacha de guerra para partirlo en dos. Kiran ni tan siquiera le miraba.
Celric llegó justo a tiempo para desviar el hacha con su escudo. Pero el golpe fue tan brutal que reventó el escudo, tirando al suelo a Celric y casi cortándole el brazo. La criatura lo miró con odio y desprecio y fue a rematarlo. Celric consiguió desviar un golpe desde el suelo y lanzándole la espada le hizo retroceder lo justo para poder levantarse. Pero ahora estaba desarmado. La criatura le sonrió, decenas de dientes le saludaron, y avanzó hacia él.

Cuando ya habíamos perdido toda esperanza de que volvieran algunos de los hombres de la aldea, llegó mi hermano junto con otro de hombre de la ladea. Solo nos dijo que había desertado y que padre murió. Y no volvió a hablar más de la guerra y los años que pasó en el ejército. El pobre hombre que llegó con él , murió al poco de llegar, tenía pesadillas y alucinaciones, se suicidó.
Llegó el invierno. No teníamos casi nada que comer y los bosques de alrededor cada vez eran más peligrosos, por lo que también nos faltaba la leña para calentarnos.
Aquella noche, aquella maldita noche nos encontrábamos en casa los tres. Madre cerca de la ventana en la cocina preparando la cena, mientras que mi hermano y yo nos encontrábamos en el comedor trabajando en unas redes que utilizaríamos para pescar en él río al día siguiente. La noche era fría y silenciosa… Hasta que los animales de la aldea se pusieron histéricos, los perros ladraban, el poco ganado que quedaba mugía, parecía como si se hubieran vuelto locos y desearan hacer todo el ruido posible.
Mi hermano se puso tenso y se levanto bruscamente. Aferró la empuñadura de la espada, que siempre llevaba encima desde que volvió. Incluso cuando dormía la dejaba cerca de la cabecera de la cama.
Los animales callaron de repente. Un silencio antinatural se apoderó de toda la aldea. Madre había dejado de cocinar y nos miraba desde la cocina.
Nos sobresaltó un terrible rugido, y al girarnos hacia la cocina, vimos una criatura repulsiva atravesando la ventana, tirando a mi madre al suelo. Mi hermano dio un paso hacía ella pero otra de esas bestias reventó la puerta armado con un enorme martillo de guerra.
Los dos arremetieron el uno contra el otro al mismo tiempo, jamás había visto a mi hermano desplegar una furia tan grande, con dos golpes había casi decapitado a la criatura y cayó al suelo entre gritos agonizantes. La que había atravesado la ventana al ver que su compañero había muerto dejó de acuchillar a madre y con una agilidad sobrenatural se lanzó contra mi hermano.
La lucha duró tan solo uno segundos, los dos cayeron muertos al suelo, la criatura con la espada clavada en el estomago mientras que mi hermano recibía una tremenda cuchillada en la cabeza.
Yo estuve quieto todo el rato… No pude moverme ni un solo paso… No sé cuánto tiempo estuve allí mirando los cadáveres.
Me sobresalte al oír gritos de fuera de la casa.
Recogí la espada y huí de casa, huí de la aldea, huí de todas aquellas criaturas que estaban arrasando lo que en dieciséis años había llamado hogar…

La criatura lanzo un tremendo tajo trasversal hacía Celric, pero este consiguió esquivarlo de milagro quedando de rodillas a la izquierda de la bestia.
Justo cuando la hoja giraba hacía su cabeza, se paró en seco.
Al levantar la vista, vio que del pecho de la criatura sobresalía un enorme espadón.
Kiran empujó con más fuerza hasta que consiguió clavarle la espada hasta la empuñadura. La criatura rugía de dolor e ira y no dejaba de moverse lanzando golpes desesperadamente intentando alcanzarle, pero él no se inmutó y siguió retorciendo la espada hasta que la bestia cayó de rodillas al suelo entre los temblores de la muerte.

-Gracias. Dijo con un hilillo de voz Celric.

Kiran, con los ojos inyectados en sangre aferró la enorme hacha de combate de la criatura y con un terrible tajo la decapitó. Recogió la enorme cabeza del suelo y alzó el brazo rugiendo enseñando el trofeo de su victoria.

Hubo un tiempo, ya muy lejano, en el que la ira, el odio y la venganza dominaban a un hombre el cual juró vengarse de todos aquellos que habían arruinado su vida.
Hubo un tiempo en que ese hombre cometió los actos más salvajes y depravados contra todos los que se interponían en su venganza.
Hubo un tiempo en que su conciencia se lleno con los chillidos de sus víctimas.

Tantos años esperando… Tantos años… Para cumplirla en unos pocos segundos, sin poder disfrutarla… Tantos años…
Kiran se lanzó colina abajo descargando su espada sobre cualquier que se interpusiera en su camino mientras que en la otra mano sostenía la cabeza del caudillo de aquel ejercito.
Bestias y hombres se apartaban por igual mientras él aullaba y mataba.
Las criaturas al ver la cabeza de su líder en manos de aquel hombre, se acobardaron, gimieron de miedo, se retorcieron y huyeron.
Kiran gritó a sus hombres para que les persiguieron y les dieron caza, hasta que todas esas abominaciones murieron bajo sus armas.

Con el ejército enemigo destruido, la guerra terminó. Aunque pasaron décadas antes de que todas las criaturas que merodeaban por el reino fueron apresadas y ahorcadas.
Todo volvió a ser como él lo recordaba… O casi todo, ya que la guerra había dejado grandes huellas en las ciudades y la gente.

Mientras labraba el campo, miró hacia la vieja cabaña de madera, cientos de recuerdos de su niñez se agolparon en su mente. Por una vez en mucho tiempo se sintió feliz… Si, se dijo a sí mismo, a veces tan solo los recuerdos mitigan mi dolor.

En la oscuridad de una noche sin luna, el campo de batalla parecía un recuerdo lejano. Miles de huesos de hombres y bestias estaban esparcidos por toda la colina y sus alrededores, todo estaba adornado con armaduras oxidadas y armas rotas aun cerca de sus antiguos propietarios. En esa oscuridad, la silueta de un hombre a caballo se recortaba en lo alto de la colina.

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