Una interminable hilera de esclavos trabajaba la piedra negra. La golpeaban delicadamente con punzones y martillos para darle la forma que su amo necesitaba para decorar su nueva cámara de tortura.
Su rítmico golpeteo resonaba por todos los pasillos y celdas de esa parte de la fortaleza.
Dos figuras se encontraban en la entrada de la sala de artesanos.
-Dime, -dijo el mas bajo de los dos, que medía como un niño de ocho años.-como va la construcción de las nuevas celdas.
-En menos de una semana estarán acabadas mi señor. -Respondió la otra figura.- Aunque si lo desea podemos empezar a ocupar las celdas que ya están terminadas.
La pequeña figura levantó la vista pensativo.
-No, no es necesario. Quiero seleccionarlos personalmente.
-Como desee.
El pequeño amo se dio la vuelta y se alejo por el oscuro pasillo dejando a su interlocutor contemplando el trabajo de los esclavos artesanos.
"Trabajad, trabajad. Que cuando vuestras delicadas habilidades ya no les sean útiles, probareis las suyas."
Y con este pensamiento sombrío se alejó en pos de su dueño.
lunes, 3 de mayo de 2010
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