lunes, 3 de mayo de 2010

Sombras y Miedos

"Pese a que no he terminado de trastear las opciones para configurar el blog me apetecía poner mi primer relato.

El relato que voy a poner es uno de los primeros que escribí sobre una entidad que se dedica a manipular a su antojo y diversión a la humanidad. Siempre que una persona sufra dolores extremos, terror o ira homicida puede atraerlo hacia él ya que se alimenta de esas emociones.

Bueno no me entretengo más y aquí tenéis mi primer relato de este blog. Espero que lo disfrutéis tanto como lo hago yo escribiendo.

-El Carcelero"


LA SOMBRA DEL OLVIDO

-¡Di mi nombre! ¡Di mi nombre!

Mientras repetía esto una y otra vez aquel loco iba golpeando la cabeza de un hombre contra la pared del almacén. Yo estaba tirado en el suelo en medio de los cadáveres, medio desangrado haciéndome el muerto. Cuando hubo convertido la cabeza de aquel pobre hombre en pulpa sanguinolenta lo tiró a un lado. El loco era condenadamente fuerte, con un solo brazo lo había lanzado más de tres metros.
Balbuceando algo que yo no podía entender, se puso de rodillas en el suelo entre los cadáveres de todas sus víctimas. Habría unas nueve personas, aunque podría haber más, ya que mi posición y la oscuridad que reinaba no me permitían ver muy bien.

-¡Di quién soy!

Volvió a decir gritando contra el techo.
Se dejo caer del todo, abatido. Con el cuchillo que llevaba se puso a juguetear con el cadáver más cercano.
Yo tenía un intenso dolor, el muy bastardo me había acuchillado cuatro veces y como me desmayé me había dado por muerto. Yo había sido el primero. Cuando desperté ya estaba gritándole a su tercera víctima, al cabo de las horas perdí la cuenta.
Un tremendo cansancio se apodero me mí. Lentamente mis ojos se iban cerrando contra mi voluntad. En esos momentos no sentí miedo, solo sentí tristeza.

Oscuridad…

Sentí frío.
Primero fue en mi cara.
Después fue bajando… cuello, torso, brazos y piernas.
Era un frío intenso, que me hacia dolerme todo el cuerpo.
Abrí los ojos y grité de dolor…

Me quede estupefacto. Aquello no podía ser realidad.
Estaba de pié en lo alto de una montaña nevada. Las nubes estaban tan cerca que parecía que si alargaba el brazo podría acariciarlas. Un viento helado me recorría todo el cuerpo. Al fondo podía ver toda una cadena de montañas y justo debajo del saliente donde yo me encontraba un valle de un verde exuberante con un enorme lago que reflejaba como un espejo el cielo.
He muerto. Pensé.

Entonces, con el silbido del viento vino el murmullo de una risa.
Al principio no fue más que un susurro, que fue subiendo de intensidad hasta convertirse en algo estridente y que producía dolor en los oídos.
Busqué por todo el saliente al que producía ese sonido abstracto, pero allí no había nadie conmigo.
El sonido se hizo insoportable y mis oídos comenzaron a sangrar. Entonces chillé de dolor y alce la vista al cielo.
Y allí le encontré. Me miró y dejo de reír.

No sabría decir si era hombre o mujer, o si iba vestido o desnudo. Tampoco recuerdo ningún rasgo de su cara o su pelo, tan solo recuerdo sus enormes alas negras como las de un cuervo.
El Ángel negro… así es como lo llamo yo.
Encontrarse frente a él es algo inigualable. Ante su presencia sientes el miedo, la ira, el odio, la alegría, la tristeza, el dolor y el placer todo junto. Mientras estas a su lado tus sentidos se alteran… Puedes ver otros mundos, otras razas… Tus oídos son capaces de captar hasta el sonido que produce un copo de nieve al fundirse con otro… Tu alma se expande hasta convertirse en una luz capaz de igualar a las mismísimas estrellas. No existe nada que pueda igualar la experiencia de conversar con él.
Se poso suavemente en la nieve y me habló.
¿Qué me dijo?
No… No lo recuerdo.
Solo recuerdo cuando volví en mí.

Seguía en el almacén. Aquel loco ya se había ido. Me había dejado, se había pensado que estaba muerto. Me levanté despacio pensando en mis heridas. Pero por poco me desmayo al darme cuenta que no sentía ningún dolor y que habían desaparecido. Anduve entre los cadáveres hasta que encontré el cuchillo del loco. Estaba lleno de sangre con trozos de carne pegados a él.
Por el rabillo del ojo noté como algo se movía cerca de mí.
Me acerqué poco a poco. Tendido en el suelo entre los muertos, había un hombre aun vivo. Estaba malherido pero por suerte seguía con vida. Cuando me acerqué más y conseguí verle la cara, de la impresión que sentí dejé caer el cuchillo al suelo.
Era Yo.

Quise llamarme, pero no recordaba mi nombre. Me quede petrificado. Yo, o mejor dicho él, me miró a los ojos. No pareció reconocerme. Escupió sangre por la boca.
¡Dios! ¡Se iba a morir!
Entonces un terrible escalofrío me recorrió el cuerpo al darme cuenta de que yo no recordaba nada de mí, ni mi nombre, ni quién era, ni ningún rasgo de mi pasado. Y aquel hombre moribundo era yo y al morir, se llevaría mis recuerdos con él.
-¡Di mi nombre! Le grité.
-¡Dilo!
-¿Cómo me llamo? ¿Cómo…?
Pero yo ya no escuchaba, había muerto.
Grité. Grité con todas mis fuerzas. Pateé los cadáveres, golpeé las paredes. No sé durante cuánto tiempo estuve allí convertido en un demente.
Ya no tenía recuerdos, mi mente estaba vacía de todo cuanto había vivido. Ya no tenía nombre… No tenía nada…
Me tiré al suelo llorando entre los cadáveres.
-Ya no tengo nada… nada…
Y una voz me respondió.
-Te equivocas, me tienes a mí.
Mi Ángel Negro. Mi mesías. Mi salvador. Mi maestro. Él es la luz que guía mis acciones, él es el camino que sigo, él es juez y jurado. Y yo… yo soy la soga que rodea el cuello de los culpables.

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