sábado, 15 de mayo de 2010

Una mente atormentada

"Este relato trata sobre el odio, el miedo y la venganza.

El protagonista esta atormentado por su pasado e intenta mediante un acto de venganza poder superar todos sus traumas. El relato consta de una serie de mini historias que son los recuerdos del protagonista escritos en primera persona.

Aquí os dejo la primera parte, espero que os guste.

-El Carcelero"



LA VENGANZA ES MI VIDA

El día llegaba a su fin y un precioso atardecer rojo iluminaba el descuidado cementerio.

Una solitaria figura recorría cojeando el camino de gravilla sin prestarle atención a ninguna de las lápidas con las que se cruzaba.

El camino desembocaba en un mausoleo pero el visitante no le dirigío ni una sola mirada, en cambio, se desvió a la derecha y recorrio el verdoso campo lleno de malas hierbas hasta llegar a una tumba que en comparación con las que tenía alrededor se veía nueva.

Se arrodillo torpemente y recorrió con los dedos el nombre grabado que había en la lápida.

Mi viejo amigo... Dijo en voz baja.

Y por una última vez dejó que los recuerdos volvieran a él.


EL RECUERDO DE LA TRAICIÓN

Mi buen amigo.

Eras como un hermano para mí.

Te quería y aun te sigo queriendo… ¿Por qué lo hiciste?
Yo confiaba en ti, jamás hubiera hecho algo que te hiciera daño, me oyes. ¡Jamás!
Pero, ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué?
¡Mírate ahora! Estas hecho un asco, hiedes a muerto…
Tu cabeza... está destrozada, la sangre... tu sangre recubre todo tu cuerpo, el suelo, mis manos… ¿Por qué lo hiciste?
Tu pecho, lleno de cortes, moratones; puedo… ¡Puedo verte una costilla!
Tus brazos, separados de tu cuerpo.
¿Crees que te valió la pena hacerlo? Ahora seguro que te arrepientes, pero ya es demasiado tarde, ya no puedo remediarlo, ya no puedo… no puedo…
No llores ¡Me oyes! ¡No llores!
No me das pena, solo me das asco, un asco terrible, te odio. Te odio con todo lo que me queda de alma.
¡Ves este cuchillo! ¡Lo ves! Pues te ha atravesado más de treinta veces, una tras otra, sin descanso. Se te ha hundido en la piel, en tu carne, tus órganos hasta rozar tus asquerosos huesos…

¿Por qué lo hiciste? Aun no lo comprendo.
¿Recuerdas cuando nos conocimos? Me dijiste que siempre podría confiar en ti.

Después de todo no eras tan buen amigo mío. Espero que hayas sufrido tanto como yo.
Tus gritos… Tus gritos no me dieron lastima, tus ojos… Esos ojos que desprendían terror no consiguieron cegar mi ira.

Solo me queda una cosa por hacer.

Adiós amigo mío. Adiós.


EL RECUERDO DEL DEMONIO

La lluvia lo inundaba todo.

La sala era tan oscura como el alma de mi carcelero. El repicar de las gotas en el tejado era tan fuerte que no conseguía escuchar ni mis propios pensamientos.
Me volvió a hablar, pero no le entendí. Tampoco a él le pareció importarle porque me siguió golpeando antes de escuchar cualquier respuesta.
Hubo un instante en que dejé de sentir dolor, dejé de escuchar el repicar de las gotas, dejé de oler ese tufo a muerte que lo envolvía todo…
Las cadenas que me ataban se aflojaron y caí al suelo lentamente...

Fueron tan solo unos segundos, pero se me hicieron eternos.

Mis rodillas golpearon el suelo con un sonido ensordecedor.

Y me dejé llevar por la negrura que me envolvía...

Vi mi casa con su pequeño jardín de flores silvestres, la valla verde de madera con los rosales enredados cerca de la puerta…

Vi a esa pobre mujer que se despedía de mí con todo el cariño que una madre le puede dar a un hijo. A través de la ventana podía ver a mi padre sentado en su sofá preferido viendo la televisión… Si lo hubiera sabido… Jamás me hubiera ido… Jamás…
Nunca más volví a verla, esa misma tarde cuando llegué del colegio había policías por todo el vecindario y una ambulancia en la puerta de mi casa. Unos enfermeros llevaban a alguien en una camilla, le cubría una manta totalmente ensangrentada.
Por mucho que pasen el tiempo no podré olvidar la imagen de ese bastardo mal nacido salir esposado de mi casa, por mucho que pasen los años no podré olvidar sus palabras.

-Tranquilo hijo mío, papa pronto volverá a casa a buscarte…

Volví a abrir los ojos.

Mi cuerpo, ya moribundo se abalanzó contra el suelo. Mi cara pego de lleno contra un charco que se había formado con mis propios orines. No sentí miedo… Solo sentí tristeza.
Pese a todo, y no sé porque, sonreí. No sentía dolor, no sentía ninguna de mis heridas, ni tampoco la sangre escurriéndose por mi rostro y mi cuerpo. No sentí la última patada en mi cabeza.

Después de tantos años, después de tantas terapias, de tantos psicólogos, de todos los que me llamaron paranoico y esquizofrénico… Después de todo eso, al final yo tenía razón. Él estaba vivo. Él me estaba buscando… Y me había encontrado.


Aquí lo dejamos por hoy... Continuará

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