sábado, 15 de mayo de 2010

Lobos entre los... Parte 2

CAPÍTULO 1, parte 2

EL AVISO

Cuando el vagabundo encontró al niño, este ya estaba muerto.
Un enorme charco de sangre decoraba el suelo y la pared cercana al cadáver.
Arrodillado junto a él estaba la bestia.

-Buenas noches. Dijo el vagabundo mientras se acercaba al asesino.

Este se levantó lentamente para hacer frente a la voz que le había hablado, encontrándose a un viejo con el pelo grisáceo y barba desaliñada. Tuvo el impulso de abalanzarse contra él y matarlo pero entonces se dio cuenta de que no desprendía ninguna aura.

-¿Quién eres? Dijo la criatura.

-Mi nombre no tiene importancia. Le respondió mientras se seguía acercando.

La bestia cada vez dudaba más que ese anciano fuera humano, pensó que podría ser un cazador, pero desechó la idea con las misma rapidez que le había venido.
El viejo volvió ha hablar.

-No les impresionaras mucho, matando a quienes no se pueden defender.

-¿De que hablas anciano?

-Vamos. No hagas como si nunca los hubieras escuchado. Como si nunca los hubieras obedecido. He conocido a muchos como tú. -Tras una breve pausa continuó diciendo.- Demasiados. Y ninguno de ellos lo bastante digno para ser recordado.

Los ojos de la bestia relampaguearon irradiando odio e ira por el insulto.
Soltó un gruñido y le habló.

-Más te vale que desaparezcas... si no... puedes acabar como él. Miró al niño de reojo

El anciano torció la boca con una mueca sarcástica.

-Demasiados. Y lanzó un suspiro.

La bestia con un movimiento rápido se lanzó contra el vagabundo acuhillándolo dos veces en el estomago. Este ni se inmutó. Y cuando quedaron frente a frente le sonrió.
La criatura se alejó del anciano unos pasos con la cara desencajada por el asombro y la frustación. El anciano no sangraba, ni una sola gota le salía de la herida.

-No me puedes matar. Aún no. Cogió el cuchillo por el mango y con un gruñido se lo arrancó lanzándolo al suelo.

-¿Quién eres? Volvió a preguntarle la criatura.

El viejo sin dejar de sonreír le contestó.

-¿Quién sabe? Aunque creo que ninguno de los tres somos lo que parecemos.

Otra vez cogida por sorpresa, la bestia retrocedió un poco más.

-¿Que tres?

-Tú... Yo... Y el cazador que se está dirigiendo hacía aquí.

El asesino giró su cabeza a ambos lados de la calle como si estuviera escuchando algo.

-¿Porque me avisas?

-Nada en especial me impide no avisarte. Nada en especial me impide retenerte. Pero a los ojos de ellos, un cazador si que es una buena presa. ¿No crees?

La bestia olisqueó el aire y empezó a dar síntomas de estar muy nerviosa.

-No caeré en tu truco, viejo. No esperaré al cazador. Tanto tú como yo sabemos que no podría ganarle.

El anciano respondió.

-Ellos no soportan a los cobardes.

La criatura gruñó. Tenía ganas de apuñalar al anciano hasta dejarlo hecho una masa sanguinolenta. Entonces, una idea se le pasó por la cabeza, una cosa era que no sangrará, pero... ¿Que pasaría si le amputara los brazos y las piernas?
Una sonrisa apareció en su rostro. Recogió su cuchillo del suelo. Volvió a olisquear el aire y miró al vagabundo.

-Nos volveremos a ver viejo... Nos volveremos a ver.

Dicho esto, se alejó corriendo.


SALVACIÓN

Por fin el cazador dio con el niño, pero era demasiado tarde. Al lado del cadáver había una figura agachada. Al principio pensó que podría ser un carroñero, pero no desprendía ese olor tan nauseabundo. Tampoco era humano, de eso estaba seguro.
Al acercarse más se dio cuenta que vestía como un mendigo.

-¿Ya se ha ido?

La figura se levantó y se giró hacía él. Era un anciano de pelo y barba grisáceos.

-Hace un rato, creo que esta noche ya no lo encontraras.

-¿Hacía donde se fue?

El anciano apuntó con su dedo por donde se había marchado la bestia.
El cazador cerró los ojos. Dejó que el vació entrará en él. Por unos segundos dejó de sentir todo lo que había a su alrededor y lanzó sus sentidos hacía donde el viejo había indicado. Nada, la bestia ya se había alejado demasiado. Volvió ha abrir los ojos y se encontró mirando de frente al anciano.

-Ya te lo he dicho, esta noche no lo encontraras. Pero no te preocupes, quedan más noches.

-Y más muertos. Respondió el cazador.

-Creo que en parte es culpa mía. Le avisé que venias. -El cazador le miró enfurecido, pero antes de que pudiera decir algo, siguió hablando.- Creí que así le retendría para que se enfrentara contigo. A veces, -siguió explicando el anciano- esas bestias tienen un orgullo mas grande que su cerebro. Pero está creo que apreciaba demasiado su vida. Ir matando hombres por la espalda, mujeres y niños no son grandes botines... Pero no te preocupes, lo encontraras, tarde o temprano.

-Eres un viejo muy extraño... ¿Cual es tú nombre?

El anciano soltó una leve risa.

-Mi nombre no tiene importancia...

Unas sirenas de coches de policía se empezaron ha escuchar a lo lejos.

-Más te vale que te vayas cazador, no tienes un aspecto muy normal...

-Lo mismo te digo anciano. Espero que nos volvamos a ver y que para entonces podamos presentarnos como es debido.

El cazador se alejó siguiendo el leve rastro que aun podía sentir del asesino y dejó al anciano y al niño.
El vagabundo vio alejarse al cazador y cuando lo perdió de vista se arrodilló junto al niño. Con una mano le cerró los ojos mientras con la otra trazaba dibujos complicados en su pecho con su propia sangre. Al acabar de trazar el último símbolo que era una espiral empezó a recitar un cántico con voz queda.
Cuando acabó, el vagabundo se levantó.
No había podido salvar su vida, pero por lo menos si le había salvado el alma.
Las sirenas cada vez estaban más cerca de la carnicería ocurrida esa noche.
Pero el anciano ya había desaparecido entre las sombras.


Aquí lo dejamos por hoy... Continuará...

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